16 abril 2014

De noche



-Estoy cansado de andar, no debí  de cruzar aquella gigantesca puerta de piedra, anochece, quizás deba descansar –pensé- el lugar se hizo oscuro y aun así, era increíblemente bello. Grandes árboles adornaban el camino que inventaba y gigantescas montañas me hacían de horizonte. Los animales nocturnos salían de sus madrigueras, las lechuzas empezaban su marcha aérea, silenciosa y esbelta, los ratones eran descuartizados por los búhos y otros animales más grandes. Empecé a tener hambre, llevaba días sin saber dónde estaba y se me acababan los víveres, sabía que si no comía pronto, me quedaba poco de vida…



Comencé a sentirme realmente solo, recordé todas las palizas que el tiempo me dio, los palos que la vida me estaba dando, cada lágrima echada a perder por una mujer que no estaba quieta entre sus piernas, cada golpe de un marido celoso… Eche un vistazo a mi alrededor, ya había salido de aquel bosque anciano y estaba en un claro lleno de rosas del caos, rojas por la sangre de los caídos de las que hacen su fuente, negras por las lágrimas de los mil hijos sin padres y azul del cielo en llamas que una vez las vio crecer. Aquella imagen se me quedó clavada como un puñal en el corazón, ciertamente era un puñal, una punzada de soledad hecha a traición por toda una vida abrupta.


Llegué a duras penas a un lago, la luna, como un sol blanquecino en medio de la noche hacia arder aquella agua, y entonces la vi… -Es un espejismo, seguro que lo es- Pensé, no creía ver aquella imagen, una mujer en aquel lago, no se percató  de mi presencia, pronto y sin saber por qué, me embriagó un sentimiento de paz absoluta, no soy muy religioso  pero sin duda alguna aquella mujer debía ser una deidad. Desnuda, solo ella, ella y el agua en su piel, mis ojos pronto se clavaron en su pecho, una forma de lágrima perfecta colgaba de aquel cuerpo turgente y pálido, aquellas curvas como las de la catedral de Frim, me hicieron tambalearme. Hipnótica danza la de su cabello que pronto cubrió sus pequeños pezones y aquellos lunares simétricos.


Se percató de mi presencia, clavó su mirada en la mía, ojos fríos como la noche y cálidos como el infierno de los Primeros hombres, marrones y con un halo de misticismo tintado de verde ojos que  examinaron desde lo lejos. Se acercó, su piel hacía arder mis ojos, y mi corazón palpitó como si fuera a estallar y llenar de sangre el verde de la orilla y el plateado de agua. Sus caderas pequeñas, a juego con su cuerpo entreveían sus consonantes nalgas coronadas por un lunar en el lado derecho.  Un súcubo derretiría su entrepierna al ver aquella belleza, y un Siervo del caos se haría humano cuando aquella mujer se lo pidiera, y  a mí: falto de fe, solo y lleno de huecos vacíos, me lleno por completo, una sonrisa en su cara desdibujo lo oscuro de mi corazón.



Estoy despierto, no hay nada ya de aquella mujer, de aquel sueño, solo que pronto se hará vació, baje las escaleras para desayunar, una voz idílica me despertó, quizás sea aún esté en REM,  huele a tostadas y zumo, desayuno de ricos, pensé. Miré al frente y… allí estaba aquella mujer del lago, la belleza indómita de mis ensoñaciones, y no otra que tú…

A alguien... 

No hay comentarios:

Publicar un comentario