-Estoy
cansado de andar, no debí de cruzar
aquella gigantesca puerta de piedra, anochece, quizás deba descansar –pensé- el
lugar se hizo oscuro y aun así, era increíblemente bello. Grandes árboles adornaban
el camino que inventaba y gigantescas montañas me hacían de horizonte. Los animales
nocturnos salían de sus madrigueras, las lechuzas empezaban su marcha aérea,
silenciosa y esbelta, los ratones eran descuartizados por los búhos y otros
animales más grandes. Empecé a tener hambre, llevaba días sin saber dónde
estaba y se me acababan los víveres, sabía que si no comía pronto, me quedaba
poco de vida…
Comencé
a sentirme realmente solo, recordé todas las palizas que el tiempo me dio, los
palos que la vida me estaba dando, cada lágrima echada a perder por una mujer
que no estaba quieta entre sus piernas, cada golpe de un marido celoso… Eche un
vistazo a mi alrededor, ya había salido de aquel bosque anciano y estaba en un
claro lleno de rosas del caos, rojas por la sangre de los caídos de las que
hacen su fuente, negras por las lágrimas de los mil hijos sin padres y azul del
cielo en llamas que una vez las vio crecer. Aquella imagen se me quedó clavada
como un puñal en el corazón, ciertamente era un puñal, una punzada de soledad
hecha a traición por toda una vida abrupta.
Llegué
a duras penas a un lago, la luna, como un sol blanquecino en medio de la noche hacia
arder aquella agua, y entonces la vi… -Es un espejismo, seguro que lo es-
Pensé, no creía ver aquella imagen, una mujer en aquel lago, no se percató de mi presencia, pronto y sin saber por qué,
me embriagó un sentimiento de paz absoluta, no soy muy religioso pero sin duda alguna aquella mujer debía ser
una deidad. Desnuda, solo ella, ella y el agua en su piel, mis ojos pronto se
clavaron en su pecho, una forma de lágrima perfecta colgaba de aquel cuerpo
turgente y pálido, aquellas curvas como las de la catedral de Frim, me hicieron
tambalearme. Hipnótica danza la de su cabello que pronto cubrió sus pequeños
pezones y aquellos lunares simétricos.
Se
percató de mi presencia, clavó su mirada en la mía, ojos fríos como la noche y
cálidos como el infierno de los Primeros hombres, marrones y con un halo de
misticismo tintado de verde ojos que
examinaron desde lo lejos. Se acercó, su piel hacía arder mis ojos, y mi
corazón palpitó como si fuera a estallar y llenar de sangre el verde de la
orilla y el plateado de agua. Sus caderas pequeñas, a juego con su cuerpo
entreveían sus consonantes nalgas coronadas por un lunar en el lado
derecho. Un súcubo derretiría su
entrepierna al ver aquella belleza, y un Siervo del caos se haría humano cuando
aquella mujer se lo pidiera, y a mí:
falto de fe, solo y lleno de huecos vacíos, me lleno por completo, una sonrisa
en su cara desdibujo lo oscuro de mi corazón.
Estoy
despierto, no hay nada ya de aquella mujer, de aquel sueño, solo que pronto se
hará vació, baje las escaleras para desayunar, una voz idílica me despertó,
quizás sea aún esté en REM, huele a
tostadas y zumo, desayuno de ricos, pensé. Miré al frente y… allí estaba
aquella mujer del lago, la belleza indómita de mis ensoñaciones, y no otra que
tú…
A alguien...
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